Pensando
en diferentes personas, en las que alguna vez han buscado un amigo con quien
charlar, una ayuda o un consejo que les haga cambiar el rumbo de su vida, hay
un momento en el que me pongo a pensar en que ellos podríamos ser nosotros.
Momentos
en los que desaparecen todas las formas, las divisiones y
clasificaciones, estatus económico y social; recordamos que todos somos seres
humanos. No somos tan diferentes los unos de los otros.
Hace
un tiempo hablaba con una joven, la cual participó junto a mí y al equipo de Juventud
Escala en llevar comida y ropa a la gente necesitada que se encuentra en las
calles de nuestra ciudad, y me hablaba
del impacto que tenía el estar ahí en ese momento, ya que ella misma había
estado en las calles teniéndolo todo en su casa cuando abandonó los lujos por
irse; mas ahora se encontraba la realidad que había podido consumirla y
llevarla al estado de las personas que teníamos enfrente, personas
semidesnudas, con mucha hambre, con diferentes vicios, alcohol, drogas, etc.
Por un momento mientras hablaba con dicha joven recordé que ellos podríamos ser
nosotros, después de todo son personas al igual que nosotros, son seres vivos
con menos oportunidades y con muchas ataduras, maltratados de diferentes
maneras, hasta llevarlos a su más mínima expresión de humanidad.
El
maltrato a un ser humano lo convierte en un objeto, lo cual se convierte en
acciones en contra de Dios. Porque nuestra manera de tratar a la creación
refleja lo que sentimos con respecto al Creador.
Ser
cristiano es trabajar en favor a la humanidad. Jesús ordenó a sus seguidores
que vistiéramos, alimentáramos y cuidáramos de los más necesitados. Pues Ellos
son nuestros compañeros, nuestro prójimo en este mundo, portan la misma imagen;
son como nosotros; y cuando los amamos; amamos a Dios.
Pobre
y rico, blanco y negro, anciano y joven, culto o inculto, apreciado y menospreciado;
como plenamente humanos y creados a la imagen de Dios. Estamos juntos en esto,
tomamos el pan y la copa para recordar el cuerpo y la sangre de Jesús; ya que
su sangre derramada y su cuerpo roto son para lograr nuestra unidad.
Recuerda desesperadamente tu humanidad y la humanidad de la gente que te rodea. Cuando Jesús hablaba de amar a tu prójimo, no era tanto por el bien de nuestro prójimo sino que cuando amamos a nuestro prójimo algo nos sucede. Y al procurar proteger la imagen de Dios en ellos, es muy probable que protejamos la imagen de Dios en nosotros. Mediante cada gesto, acción, comentario, actitud estamos llevando al cielo o al infierno a estas personas.
La
mejor manera de vivir es la de Dios; amando como un igual, como un ser humano,
como uno de nosotros; así nos ama Dios, sus ojos de amor solo ven el reflejo de
que todos somos uno.
Un
joven me intenta hacer reír diciendo un chiste acerca de una persona
discapacitada; lo cual me lleno de mucha tristeza ya que muchos ponemos
etiquetas como “Discapacitado”, “Rechazado” o “Invalido” en las personas; mas
Dios ve en nosotros el rótulo “Ser humano” de modo que su respuesta a todos
siempre será la misma: AMOR.
Ellos
somos Nosotros, estamos en un mismo hogar esférico, padeciendo las mismas
situaciones, respirando el mismo oxígeno, dándole vueltas al mismo sistema
solar; no hay mucha diferencia en el que está a tu lado; tiene las mismas
necesidades, tiene sentimientos parecidos; tal vez sus actitudes sean distintas
pero están ligadas a la falta de amor, comprensión y tantas faltas que lo hacen
parte del resto de los humanos.
Pastor,
Prostituta, hermano, huérfano, familia, drogadicto, exitoso, alcohólico,
ladrón, cantante, Militar, Pandillero, famoso, menospreciado.
Podríamos
ser ellos.
Si
pensáramos en las personas no como “Ellos” sino como nosotros podríamos generar
un cambio en muchos de los que nos rodean. Tal vez llevando un plato de
comida a un necesitado, amando a un
menospreciado, visitando a un encarcelado, generando sonrisas a un niño
abandonado, llevando la forma en la que nos ve Dios a todos, pues Ellos son
nosotros.
Ama
a tu prójimo como quieras que te amen a ti. Algo seguramente sucederá en ti.
Favor
a ti!
Escrito por: Alfonso Escalante
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